Niños con altas capacidades: talentos que también necesitan apoyo. (Dr. Álvaro Albornoz)


 

Cuando hablamos de necesidades educativas, solemos pensar en quienes tienen dificultades para aprender al ritmo esperado. Pero existe otro grupo de niños que también necesita atención, acompañamiento y comprensión: los niños con altas capacidades. Niños que aprenden rápido, que hacen preguntas complejas, que se aburren con facilidad en clase, que piensan de forma distinta… y que, muchas veces, pasan desapercibidos o son malinterpretados.

Tener altas capacidades no significa simplemente sacar buenas notas o leer antes que los demás. Va mucho más allá. Se trata de una forma diferente de procesar la información, de ver el mundo, de conectar ideas. Algunos niños destacan por su razonamiento lógico, otros por su creatividad desbordante, otros por su sensibilidad emocional, otros por su memoria prodigiosa. No todos se parecen entre sí, pero sí comparten una característica común: necesitan un entorno que los entienda y los estimule.

Muchos niños con altas capacidades viven una contradicción: se espera que “les vaya bien”, pero no se les brinda el acompañamiento adecuado. Algunos se aburren profundamente en clase, otros desarrollan ansiedad, otros se aíslan porque no encuentran con quién compartir sus intereses. Algunos incluso son diagnosticados erróneamente con trastornos de conducta, cuando en realidad lo que ocurre es que no están siendo retados ni comprendidos.

Uno de los mitos más dañinos es pensar que estos niños "no necesitan ayuda". En realidad, necesitan mucho más que un currículo acelerado. Necesitan oportunidades para explorar sus intereses, para desarrollar su pensamiento crítico, para trabajar con mayor profundidad, para expresar su sensibilidad sin miedo a ser juzgados. También necesitan aprender a tolerar la frustración, a gestionar la ansiedad, a convivir con otros que piensan distinto.

Las familias de niños con altas capacidades también enfrentan desafíos. No siempre es fácil encontrar escuelas que comprendan sus necesidades, ni docentes que sepan cómo adaptar sus estrategias. Por eso es fundamental crear espacios donde puedan dialogar, compartir experiencias y recibir orientación profesional.

Las escuelas, por su parte, tienen el reto —y la oportunidad— de construir una educación verdaderamente inclusiva. Una que no solo atienda las dificultades, sino también los talentos. Una escuela que no iguale hacia abajo, sino que respete los ritmos, que personalice, que motive, que permita que cada niño llegue tan lejos como pueda y quiera llegar.

Reconocer y acompañar a los niños con altas capacidades no es darles privilegios: es respetar su derecho a una educación acorde a su manera de ser, de pensar y de sentir. Es garantizar que no se pierdan talentos valiosos por falta de estímulo, y que crezcan con la confianza de que ser diferente no es un problema, sino una posibilidad.

En cada aula, en cada comunidad, hay niños con un brillo particular. Lo que necesitan no es encajar, sino desplegar sus alas. Y para eso, necesitan adultos que sepan ver más allá de lo evidente, que los escuchen, que los acompañen con apertura y sensibilidad.

Porque las altas capacidades, como cualquier otro rasgo del desarrollo humano, no se tratan de rendir más que los demás. Se tratan de aprender a ser uno mismo, plenamente, con todo lo que eso implica.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Madres que crían solas: fuerza silenciosa, amor sin condiciones (Dr. Álvaro Albornoz)

El niño neurodivergente no está roto: está esperando ser entendido (Dr. Álvaro Albornoz)

Bienvenido a Escuelas para la Felicidad (Por Dr. Álvaro Albornoz)