Niños ansiosos, familias agobiadas: herramientas para acompañar. (Dr. Álvaro Albornoz)
La ansiedad infantil no siempre se presenta como en los adultos. A veces se disfraza de dolor de barriga, berrinches, dificultad para dormir, cambios de humor repentinos o miedo a separarse. A menudo, padres y maestros no saben cómo nombrarla, pero la sienten: hay tensión, lágrimas que no se explican, preocupaciones que parecen demasiado grandes para tan pocos años.
Cada vez más niños viven con ansiedad. Y muchas veces, sin quererlo, están rodeados de adultos igual de agobiados: madres y padres que intentan mantener todo bajo control, que se preocupan por el futuro, que van corriendo de una actividad a otra, cargando culpas, cansancio y la sensación de que nunca es suficiente.
La buena noticia es que la ansiedad puede ser acompañada. Que no se trata de eliminarla, sino de comprenderla, sostenerla y enseñar a los niños a vivir con ella sin dejarse dominar. Y para eso, la familia es clave. Aquí algunas herramientas que pueden ayudar:
1. Validar, no minimizar
Cuando un niño dice que tiene miedo o se siente nervioso, la respuesta no debería ser “no pasa nada” o “eso es una tontería”. Es importante validar lo que siente, aunque no lo entendamos del todo. Podemos decir: “Veo que estás preocupado. Estoy aquí contigo.” El simple hecho de sentirse escuchado ya reduce la angustia.
2. Nombrar las emociones
Muchos niños no saben que eso que sienten en el pecho o en la barriga se llama “ansiedad”. Ayudarlos a ponerle nombre a sus emociones es el primer paso para manejarlas. Decir frases como: “Tu cuerpo está reaccionando al miedo” o “Eso que sientes se llama preocupación” los ayuda a entenderse y no sentirse rotos.
3. Crear rutinas estables
La ansiedad crece con la incertidumbre. Por eso, los horarios claros, las transiciones suaves y los rituales (como leer un cuento antes de dormir o tener un momento especial al volver del colegio) dan seguridad emocional. Las rutinas no son rigidez: son refugio.
4. Enseñar técnicas de regulación
Existen ejercicios sencillos que pueden calmar la ansiedad: respirar profundo como si inflaran un globo, imaginar un lugar seguro, apretar y soltar los puños, abrazar un peluche, dibujar lo que sienten. Lo importante es practicar estas herramientas cuando el niño está tranquilo, para que pueda usarlas cuando esté alterado.
5. Cuidar el ambiente emocional en casa
Los niños absorben el clima emocional del hogar. Si los adultos gritan, se apuran, se quejan todo el tiempo o viven tensos, el niño lo percibe. Por eso, cuidarnos como adultos no es egoísmo, es parte de la crianza. Buscar momentos de autocuidado, pedir ayuda, hablar con honestidad, también enseña.
6. Bajar la exigencia
Muchos niños ansiosos cargan con expectativas excesivas: deben portarse bien, sacar buenas notas, ser sociables, no enojarse, no llorar. A veces, lo que más necesitan es saber que no tienen que ser perfectos. Que pueden equivocarse. Que son amados como son.
7. Consultar a un profesional si es necesario
Cuando la ansiedad interfiere con el sueño, la alimentación, el aprendizaje o las relaciones, no es señal de debilidad buscar ayuda. Al contrario, es un acto de amor. Psicólogos infantiles, terapeutas ocupacionales o especialistas en desarrollo emocional pueden ofrecer un acompañamiento respetuoso y efectivo.
La ansiedad no es un fallo, es una señal. Una invitación a mirar con más profundidad, a detenernos, a acompañar con más presencia y menos prisa. Los niños no necesitan familias perfectas, sino adultos disponibles emocionalmente, capaces de escuchar, de sostener, de abrazar el miedo sin añadir más presión.
Y las familias tampoco están solas. Criar en tiempos difíciles no es fácil, pero cuando hay amor, conciencia y ganas de aprender, siempre hay camino.
Comentarios
Publicar un comentario