El valor de un padre presente (Dr. Álvaro Albornoz)


Durante décadas, la paternidad fue vista como un rol secundario. Se pensaba que el padre estaba para proveer, para imponer autoridad, para aparecer en las decisiones importantes o en los castigos más severos. Pero hoy, afortunadamente, esa imagen empieza a romperse. Comienza a surgir con fuerza una nueva forma de ser papá: más humana, más cercana, más real. Una paternidad responsable, comprometida y profundamente presente.

Ser un padre presente no significa solamente estar físicamente en casa, sino estar con el alma, con los sentidos atentos y el corazón dispuesto. Es reconocer que la infancia no espera, que cada momento cotidiano puede ser una oportunidad para sembrar afecto, guía, límites sanos y confianza. Un padre presente no solo cambia pañales o paga la escuela; un padre presente escucha, pregunta, juega, enseña, consuela. Acompaña con firmeza y ternura.

La paternidad responsable implica asumir que criar es mucho más que dar cosas materiales. Es acompañar procesos emocionales, aceptar las diferencias de nuestros hijos, comprender que cada uno tiene su ritmo, su historia, su forma de sentir el mundo. Es cuidar no solo el cuerpo del hijo, sino su mente, su autoestima y su paz interior. Es educar con coherencia, hablar con el ejemplo y ofrecer una figura
de apoyo seguro, no de temor.

Cuando un padre se involucra activamente en la vida de sus hijos, ocurren cosas maravillosas. Los vínculos se fortalecen, la seguridad emocional crece, los conflictos se manejan con diálogo, y los hijos desarrollan una imagen más sana del amor, de la autoridad, del respeto. Un padre presente ayuda a sus hijos a construir una brújula interna, a saberse valiosos, escuchados y amados, incluso en los momentos difíciles.

No es fácil. Nadie nace sabiendo ser papá. La paternidad responsable requiere cuestionar estereotipos, sanar heridas propias, renunciar a la comodidad de la ausencia emocional y apostar por una presencia consciente. Requiere tiempo, humildad, disposición para aprender y también para pedir perdón.

Pero vale la pena. Porque un hijo que ha tenido un padre presente crece con raíces más fuertes. Y un padre que ha elegido estar de verdad, aunque cometa errores, deja una huella imborrable en el alma de su hijo. Una huella que dice: "Aquí estoy. Soy tu papá. Te veo, te escucho, te acompaño. No estás solo."

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